Hasta el castillo más sólido en algún momento de desmorona y es ahí cuando el suelo se resquebraje, cuando el orgulloso príncipe clamara por ayuda. No es el hartazgo lo que lleva a cambiar, es el hartazgo del hartazgo. No es antes ni después si no en el momento justo, ahí cuando el agua está llegando al cuello. Recién cuando se pase el efecto de la anestesia y se sienta el dolor enmascarado, recién ahí el enojo será angustia y la angustia será un pedido de ayuda. No es antes, no es después, será en el momento justo cuando escapar de la trampa mortal de la soledad sea más seguro que quedarse en ella. Ni antes ni después, si no en el preciso instante en el que el mundo se te viene encima es cuando te animas a pedir ayuda. No se puede tirar un salvavidas a quien no sabe que se está ahogando, ni antes ni después, en el preciso instante en el que lo necesitas,
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¿Cuánto es demasiada soledad para querer salir del aislamiento? ¿Cuándo es demasiado maltrato como para querer terminar con él? ¿Cuánto es demasiado abuso como para ponerle un límite? Entonces, finalmente, cuando los humanos tienen una necesidad profunda extienden la mano y piden ayuda y llega el día en que hasta el más orgulloso pide ayuda. Cuando el diluvio no cesa y el agua lo tapa todo, recién ahí los humanos claman por un lugar en el arca. Vinimos a este mundo a ayudar pero para eso primero debimos comprender el concepto de ayuda, ¿Qué es ayudar? Ayudar no es darle al otro lo que uno cree que necesita si no descubrir que es lo que realmente el otro necesita, ayudar es ser ese arca que salva al otro del naufragio, ayudar es ser ese lugar donde poder preservar lo mejor de la especie, ayudar es dar eso que el otro necesita aunque el otro no sepa que lo necesita.