Confiamos solo en lo que vemos pero lo que vemos es apenas una ínfima parte de la realidad, la vida, el misterio es todo eso que escapa a la mirada. Por algo cierran los ojos cuando besan o cuando hacen el amor, es porque así ven más, ven mejor. Se supone que la mirada de un supervisor ve más porque ven simultáneo lo que alguien mira y al que mira. Mirar al otro no es solo verlo sino también ver su mirada, su verdad. Mirar es también dejarse mirar. Solo cuando podemos ver, pensar y sentir como el otro podemos decir que conocemos al otro y será inevitable, conociendo al otro nos conoceremos a nosotros mismos.
Unos estudiantes de pintura me dibujaron y cada uno me pinto de una forma diferente, es evidente que los demás cuando me ven, ven a alguien distinto, la pregunta es, ¿Quién soy? Y ahora siento que cada vez estoy más cerca de responder. Los humanos atraviesan su existencia con la pregunta constante, ¿Quién soy? ¿Cómo soy? Y para responder a esa pregunta interpelan a los demás, ¿Qué ves? ¿Cómo me ves? Y abra tantas respuestas como miradas, incluso la propia mirada, una mirada que suele ser implacable. Quizás seamos un poco como nos ven, un poco como nos vemos y un poco como nadie nos ve. Los creyentes dicen que solo Dios nos ve tal cual somos, esa mirada, esa súper-visión que ve al que somos, al que fuimos, al que seremos y al que podríamos ser. Una mirada frente a la cual nunca más podremos decir que las cosas son así como las vemos porque vemos casi nada. Estamos muy interesados en aquello que vemos pero lo más importante es todo aquello que no podemos ver.